Por Clara Inés Espí
Como animales de costumbres que somos, cabe concretar dos momentos del año que, por lo menos, convertimos en punto de inflexión. El inicio de un año nuevo y la vuelta al trabajo después de las vacaciones estivales. Un punto de inflexión supone un cambio y, para acompañar en el cambio nada mejor que un coach.
Para cambiar es imprescindible tener claro: a qué nos estamos comprometiendo, para qué estamos adquiriendo el compromiso y qué precio tenemos que pagar para lograr lo que queremos. El precio se refiere a qué hábitos, actitudes… tengo que soltar y cuáles necesito adquirir para llegar a la meta.
Cierra los ojos e imagina cómo te sentirás una vez logres tu objetivo, vívelo en tiempo presente y recréate en cada detalle porque va a ser el motor que te impulse en los momentos de debilidad. Si puedes verte triunfador es que te has levantado cada vez que te has caído, significa que has generado nuevos hábitos saludables.
Imagina que estás en lo alto de una montaña nevada y vas a descender con un trineo por una ladera virgen. La primera vez abrirás un nuevo camino, la segunda lo recorrerás con más facilidad, la tercera mejor aún… y varios días más tarde pensarás que el camino lleva ahí toda la vida. Crear un hábito es lo mismo, es decidir una nueva acción y repetirla hasta hacerla tuya.
Proponte cambios pequeños, uno o dos como máximo cada vez y cumple tu compromiso durante 21 días seguidos. Si te caes, levántate y vuelve a poner el contador a cero. El día 22 esa acción será parte de tu rutina.
Recuerda a menudo que no compites con nadie, ponte un plazo razonable, que te rete sin presionarte. Hazlo desde el amor hacia ti mismo, te lo mereces. El cambio exterior que realmente perdura es consecuencia de un cambio interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu aportación nos es muy valiosa.
Muchas gracias por participar.